Erase una vez un pequeño gusano llamado Pano. Caminaba por el bosque arrastrandose y cuando oía algún grito de un animal pidiendo ayuda, ahí iba dispuesto a ayudarles.
Un día oyó los gritos de un enorme y tranquilo hipopótamo. Fué hasta donde estába y vió que un feroz tigre quería atacarlo. El al ver al tigre, se dijo para sí mismo:
- ¿ Cómo voy a sal var al pobre hipopótamo, si el tigre es más grande para mí?. Ya sé, me subiré al lomo del tigre y empezaré a hacerle cosquillas.
Así lo hizo se subió al lomo del gran y feroz tigre y comenzó a hacerle cosquillas. El pobre felino no paraba de reirse , tanto se reía que llegó a cansarse y se empezó a rascar muy fuerte. Tan fuerte se rascó que tiró al suelo al pequeño gusano.
El señor hipopótamos le dió las gracias y se presentaron:
- ¡ Hola, señor hipopótamo!. Mi nombre es Pano y espero que usted no me pise. Ya que soy muy pequeño.
- ¡ Hola Pano!. Yo soy Hipo y te agradezco mucho que me hayas salvado de ese malvado tigre.
Después de que Hipo le agradeciese lo que había hecho por él, siguió su camino. Al igual que lo hizo Pano el gusano, se fué despidiendose del hipopótamo.
Seguía su camino lentamente, cuando de pronto volvió a escuchar unos gritos y unos llantos a la vez. Se dirigió hasta donde estába el animal y vió que era una pobre mariquita que se había alejado demasiado del lado de su madre. Se sentía sola y triste porque no encontraba a su mamá.
Pano le comentó:
- No te preocupes, encontraremos a tu madre. Vente conmigo, pequeña. Solo me tienes que decir por donde estábais ¿Vale?.
- No recuerdo bien, pero creo que era por ese camino. Quiero verla, necesito estar con ella.
- Tranquila, la encontraremos.
Siguieron el camino que la mariquita le había indicado. De repente, oía a alguien que estaba llamando a Rita. Ella supo que aquella voz era su mamá.
- Es mi mamá, vamos Pano. Me está llamando.
- Voy Rita, tranquila. Primero tenemos que saber de donde viene la voz.
A lo lejos vieron una sombra que no se apreciaba muy bién quien era. Cuando se fueron acercando poco a poco, vieron que efectivamente era Lupita la madre de Rita. Las dos contentas se fundieron en un gran abrazo y agradecieron a Pano todo lo que él había hecho.
El se fué contento y feliz, estaba orgulloso de sí mismo de lo que había hecho ese día.
Había ayudado a Hipo, el hipopótamo y a Rita su dulce mariquita.
Moraleja:
Si un compañero u otra persona necesita ayuda, hay que prestársela y no quedarnos parados, viendo lo que le está pasando