Había una vez, una pequeña niña llamada Otoño. Ella vivía en una granja con sus padres y su pequeño hermano. En la granja tenía gallinas, pollitos, perros, gatos, vacas, ovejas, caballos, burros, etc. Se sentía un poco sola porque no iba al colegio y por eso no tenía amigos al igual que su hermano. Además cuando llegaba el Otoño, se sentía muy triste, ¿ Sabéis por qué?. Muy bién porque en esta estación a los árboles se les caé las hojas, comienza ha hacer frío, nos tenemos que poner ropa de abrigo, etc.
Pues Otoño, la niña, nunca sonreía siempre estába seria y hablaba poco con sus padres icluyendo a su hermano.
Un día les comentó a sus padres:
- Voy a ir con Boby, mi perro al bosque. Así saldré un poco de aquí.
- Esta bien, pero si quieres puedes llevar a tu hermano Alex contigo. El no te molestará
mucho. Eso sí agarralo de la mano, y sabes que le gusta mucho correr.
- Es que pensaba ir yo sola, si voy con él no avanzaré mucho. Pero si no queda más remedio
lo llevaré.
Otoño y Alex se abrigaron bién para salir a dar una vuelta por el bosque. Alex iba todo contento y le dijo a sus padres que obedecería en todo a su hermana.
Así lo hizo, le dió la mano y no se la soltó por nada del mundo. Iba también Boby su perro fiel, que corría tanto que ellos tenían que seguirlo. Cuando llegaron al bosque vieron que los árboles estában tristes sin sus hojas, las hojas estában en el suelo. Su hermano empezó a pisar las hojas y ha hacer ruido con ellas, luego cogió algunas de la mano y se las daba a ella.
De repente el niño se paró enfrente de un árbol y éste le comenzó ha hablar. Él se extraño mucho de que de repente un árbol pudiese hablar.
-Hola, ¿ Cómo te llamas?.
- Hola, mi nombre es Alex y ella es mi hermana Otoño. Mira este árbol me esta hablando.
La niña se quedó mirandole a su hermano como diciéndole: " Los árboles no hablan".
Pero era verdad, ella se dirijió hasta él y le preguntó:
- Hola, soy Otoño ¿ Por qué estás así de triste?. Todos tus amigos también están así.
- Pequeña, estamos así porque se nos han caido las hojas y tenemos mucho frío. Si alguien nos
ayudase a volver a ponernos las hojas estaríamos muy agradecidos.
- Entre mi hermano y yo os las pondremos.
- Somos muchos y vosotros sois sólo dos, no podréis. Necesitaríais más manos.
De pronto, a lo lejos oyeron las risas de unos niños que venían a pasar el día. Eran de un colegio y venían cantando. Cuando llegaron hasta donde estában los dos hermanos, ellos les dijeron:
- Hola, ¿ Nos podréis ayudar a abrigar a estos árboles?.
- ¿ Qué dices?. ¿ Con qué vamos abrigarles?.
- Ellos están tristes porque no tienen hojas. Vamos a ponerselas otra vez. ¿ Nos ayudais?. Es
que entre mi hermano y yo no podemos.
- Esta bien, venga chicos vamos a abrigar a estos árboles para que no pasen frio.
Así lo hicieron, comenzaron a ponerles otra vez las hojas y ellos se ponían muy contentos. Una vez que estában ya todos los árboles con las hojas puestas, miraron a los niños y se lo agradecieron, pero especialmente a Alex y a Otoño que eran los dos que más empeño habían puesto para que los árboles no pasasen frío.
El enorme árbol que habló a los crios, les decía que en él siempre tendrían un amigo y que fuesen cuando quisiesen a verle. Los niños del colegio junto a los dos hermanos, formaron un corro, con el árbol en medio y todos juntos cantaron la Canción del Otoño:
El Otoño ya llegó,
Con su gorro y su bufanda,
Y Va diciendo a las hojas,
Que del árbol ya caigan
Y las hojas, bailan, que te bailan( bis)
Y el suelo besarás.
Al finalizar la cánción todos los crios se fueron cada uno a su lugar y los árboles se despidieron cantando la misma canción que habían cantado los pequeños. Por fín, estaban otra vez contentos.
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