Había una vez, una pequeña princesa llamada Cristina. Vivía junto a sus padres y hermanos en un enorme castillo. Su hermano mayor siempre la protegía para que no la pasase nada, él la quería mucho y jugaba con ella, la enseñaba muchas cosas de la naturaleza, las estrellas, etc. Sin embargo el pequeño siempre estaba tirandole de los pelos, del vestido, la molestaba mucho y claro ella chillaba. Cada vez que sus padres oían ese chillido la decían:
- Cristina, deja de molestar a tu hermano, que sabes que es más pequeño.
- Pero mamá, si yo no le estoy haciendo nada. Es él que me está molestando. Siempre me estáis riñendo a mí.
Esa misma noche al finalizar la cena y cuando todos se habían ido a sus habitaciónes. A ella como no le venía el sueño, se levantó y se fué hacia el jardín. Miró hacia el cielo, era una noche preciosa llena de estrellas y con una luna llena blanca y brillante. La princesa la miraba con mucha alegría y con mucho entusiasmo. Hablaba con la luna diciéndola:
- Hola Luna, me gustaría mucho ir hacia donde estás tú y poder abrazarte.
La luna que la había escuchado le comentó:
- Hola Pequeña Cristina, estás muy lejos. Tu vives en la tierra y yo en el cielo. No nos podemos acercar. Pero tu no te preocupes que todas las noches velaré por tí. Es más si mañana por la noche vuelves a salir al jardín, aquí estaré esperandote. No te pongas así de triste, mañana volveremos a vernos.
La niña se despidió de su amiga y se metió a su casa. Se dirrigió hacia su habitación, se metió a la camay quedó placidamente dormida.
A la mañana siguiente cuando se levantó les comentó a sus padres y hermanos que esa misma noche había hablado con la Luna. Ellos se reían y le decían:
- Hija, como vas ha hablar con la luna?. Si está en lo alto del cielo y no dice nada. No te inventes cosas raras, seguro que has soñado con ella.
- Os estoy diciendo la verdad. A mí me gustaría subir hacia donde está ella. Ayer me dijo que ella y yo seríamos buenas amigas.
Sus padres no la hacían mucho caso y ella seguía insistiéndoles con lo mismo.
Esa misma noche la pequeña Princesa volvió a salir y vió que su amiga estába un poco triste.
- ¿ Qué te pasa amiga?. ¿ Por qué estás así de triste?. ¿ Es por mi culpa?.
- No pequeña, es porque tus padres no te han creido. No creen que yo hablo de verdad.
- No se lo tomes en cuenta, tarde o temprano me creerán. Ahora lo que necesito es una sonrisa tuya, por favor.
Cuando ella estaba afuera hablando con la Luna, su madre se dirigió hacia la habitación de Cristina para darle un beso de buenas noches. Al entrar vió que no estaba en su cama, miró por la ventana y ahí estaba ella mirando hacia el cielo y entretenida con su compañera. Bajó hacia donde estaba su pequeña.
- Mira mamá, ella es la Luna es mi amiga y espero que ahora que la has visto y la has oido hablar me creas.
- Hija, perdona que no te hayamos creido. Tienes toda la razón, ahora veo que no estabas soñando y que ella siempre ha estado ahí contigo en todo momento. Despidete y dale las buenas noches.
Cristina como era una niña tan educada y obediente hizo lo que le mandó su madre.
Antes de meterse a la casa, miró hacia el cielo, pero la enorme y brillante luna ya no estaba.
Se había escondido. De todas formas la cria le dió las Buenas Noches y le dió las gracias por tener su amistad. Le prometió que pronto, pero que muy pronto volverían a estar juntas.
Como veis Cristina no consiguíó ir hacia la Luna, pero al menos tuvo su amistad y consiguió que sus padres la creyesen. Hay veces que cuando decimos una cosa a nuestros padres no lo creen, se creen que nos lo estamos inventando o que les estamos tomando el pelo, o nos dicen como a nuestra protagonista que lo hemos soñado . Pero al final ellos nos piden perdón diciéndonos que teníamos razón en todo.
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