Había una vez, una pequeña niña, llamada Martina. Ésta quería ser bailarina, pero sus padres no la dejaban, porque creían que no se le daba bien.
Cada vez que le decían eso, la pobre Martina se ponía muy triste. La niña miraba videos de chicas haciendo ballet y se ponía su traje de bailarina e imitaba los pasos que hacian ellas. Su madre que tenía el oido super fino comenzó a escuchar música y no sabía de donde venía. Se dirigió hasta la habitación de su hija y con mucho cuidado abrió la puerta. Vió que estaba bailando y además lo hacía muy bien. Cerró la puerta despacio y bajo a decírselo a su marido. Decidieron que la llevarían a una academia de ballet. Ese mismo día, cuando estában en la mesa cenando y vieron la cara de pena que tenía la muchacha, le comentaron que iría a una academia. La niña se puso loca de contenta y empezó a darles las gracias a sus padres.
A la mañana siguiente, su madre acompañó a la pequeña a una academía que estaba al lado de la casa. La apuntó y esa misma tarde comenzó con sus clases.
Iba con su equipo de ballet ya puesto y dispuesta para bailar. La profesora les explicaba como tenían que hacer los pasos.
Pero, la pobre Martina se estaba tropezando todo el rato y fué a parar varias veces al suelo.
Algunos niños se reían de ella de lo torpe que era. La profesora que era muy dulce y buena, les llamó la atención. Pero a ellos les daba igual seguían con sus risas.
La pobre muchacha, no sabía como hacer y estaba un poco disgustada.
Al finalizar la clase, su profesora Ana, se acercó y le comentó:
- No te preocupes, cariño. Es tu primer día. Es normal que te tropieces, ya veras como mañana lo harás mejor. Todos hemos empezado como tú y nos hemos deslizado y caido al suelo. Pero como ves aquí estamos.
- Lo sé, pero yo tengo videos de bailarinas y sigo los pasos que hacen ellas. Pero no sabía que era tan dificil.
- Tranquila, princesa. Verás, que poco a poco se te irán quedando todos los pasos en la cabeza. Ensaya todos los días en casa. ¿ Vale?. Ahora vete a descansar a casa. ¡ Hasta mañana!.
- ¡ Hasta mañana!. Gracias por tus ánimos.
Al día siguiente volvió y otra vez se tropezó. Pero ella seguía intentándolo y otra vez cayó al suelo. Hasta que llegó un momento en que se dijo:
- No me rendiré, seguiré haciendo los pasos y ya verás como al final lo conseguiré.
Pasaban los días y la pobre seguía con sus tropiezos. Pero, no decaía, seguía con fuerzas.
Esos niños volvieron a burlarse de ella. Martina hacía oidos sordos y seguía con lo suyo.
Al final, despues de todo lo que había pasado, consiguió su objetivo, hacerlo lo mejor posible. Esa misma tarde la profesora les dijo:
- Chicos, mañana por la tarde tendremos una actuación para los padres. No os olvidéis decírselo a ellos y si alguno no puede venir que vengan los abuelos.
Todos estában encantados y se fueron a casa para comentarselo a sus respectivos padres.
Al día siguiente, Martina se maquilló un poco, a ella no le gustaba mucho pintarse los ojos y los labios. Pero hoy era un día especial para ella y tenía que ir guapa. También se puso su traje de ballet.
Los padres que estaban muy orgullosos de ella, la llevaron y se quedaron a ver el espectáculo.
Martina , se puso en la primera fila para el baila y en la segunda estaban los que se habían burlado de ella.
Comenzó la función y todos los bailarines comenzaron a danzar.
Al finalizar, todos los padres se pusieron de pie y los aplaudieron fuertemente, con" bravos" icluidos.
Ana, se acercó a ellos y les dió la enhorabuena. Estaba orgullosa de todos sus alumnos, pero en especial de Martina. Porque ella había luchado tanto para llegar a donde había llegado.
Todos los crios se bajaron del escenario y se dirigieron a saludar y a abrazar a sus padres.
La niña se abalanzó hacia ellos y estaban tan felices por ella. Que le comentaron:
- Hija, no lo dejes nunca. Eres increible, no sabíamos que lo hacías así de bien . Eres espectacular. LLegarás a ser una gran bailarina el día de mañana. Ya lo verás.
Los tres se fueron a casa cantando, estaban euforicos.
MORALEJA:
Nunca hay que reirse de los demás aunque hagan las cosas mal, aunque se tropiecen y se caigan. Todos alguna vez hemos cometido errores.
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